1 Mártir angelical, ¡oh Teófano santo!, los elegidos cantan tus loores, y en los coros angélicos el encumbrado serafín se siente honrado de servirte. No pudiendo mezclar en el destierro mi voz con la sublime santa voz de los cielos, quiero, al menos, tomar mi lira en tierra extraña para cantar con ella tus virtudes.
2 Fue tu breve destierro como un canto muy dulce que supo conmover los corazones. Tu alma de poeta hacía, a cada instante, brotar flores, flores para Jesús. Y al elevarte a la celeste esfera, hasta tu último canto fue un canto juvenil de primavera. Al morir, murmuraste: «¡Yo, que soy un efímero, me voy al cielo azul, voy el primero!»
3 ¡Afortunado mártir, al borde del suplicio tú gustaste la dicha de sufrir! Sufrir por Dios te pareció delicia. Tú supiste vivir y supiste morir alegre y sonriente. Cuando el verdugo quiso abreviar tu tormento, replicaste enseguida: «¡Cuanto más largos sean mi dolor y mi martirio, mayor valor tendrán, estaré más contento!»
4 ¡Oh lirio virginal!, en la plena y hermosa primavera de tu vivir escuchó el Rey del cielo tu deseo. Tú eres «la rosa abierta que para su recreo cortó Dios». Ya no estás desterrado, los bienaventurados admiran tu esplendor. Eres rosa de amor, la inmaculada Virgen de tu aroma respira la frescura.
5 Apréstame tus armas, ¡oh soldado de Cristo!, yo quiero aquí en la tierra, por salvar a los pobres pecadores, sufrir y combatir a la sombra de tu palma. Dame tu protección, sostén mi brazo, por ellos luchar quiero en incesante guerra y tomar al asalto el reino de mi Dios. El Señor a la tierra no vino a traer paz, sino fuego y espada.
6 Yo amo esa playa infiel, la que fue blanco de tu amor ardiente: hacia ella volaría gozosamente yo, si un día mi Jesús me lo pidiese. Mas yo sé que a sus ojos se borran las distancias y el universo entero es sólo un punto. Mi flaco amor y mis pequeños sufrimientos, bendecidos por El, hacen amar a Dios más allá de los mares.
7 ¡Ah, si yo fuese flor de primavera que cortar pronto mi Señor quisiera! ¡Oh, mi mártir glorioso, te conjuro, baja del cielo a mí en mi postrer momento! Que de tu amor las llamas virginales me abrasen en la vida, y un día pueda ser yo de las almas que forman tu cortejo...
Santa Teresita Del Niño Jesús
Notas relacionadas con el Poema No. 47
Fecha: 2 de febrero de 1897
«Mi alma se parece a la suya», dirá Santa Teresita a sus hermanas (Ultimas Conversaciones, Burgos, Monte Carmelo, 1973, p. 355), y, como recuerdo de despedida (Cta 245), les hará entrega de una antología de las cartas de este «santito», misionero mártir en Tonkín, cuya biografía le había recomendado el P. Roulland.
Santa Teresita tenía profunda devoción por el Padre Venard, a quién hacía llamar "su amigo del cielo". Recordemos que en los años de Teresita, si bien es cierto, se conocía su vida, sin embargo, aún no era Canonizado.
Escritos originales con letra de Santa Teresita Del Niño Jesús del Poema 47 < A Teófano Venard >
San Juan Teófano Venard (Jean-Théophane Vénard, M.E.P.)
Nació el 21 de noviembre de 1829 en Saint-Loup-sur-Thouet, Poitiers, Francia en el seno de una familia profundamente cristiana y patriarcal.
Fue un sacerdote misionero y mártir católico francés en Indochina. Fue miembro de las Sociedad de las Misiones Extranjeras de París.
Ordenado sacerdote en 1852, después de 15 meses de viaje el P. Vénard arribó a Hong Kong, donde le fue anunciado su destino: el Tonkín (Vietnam) adonde llegó en 1854.
Invocando a María, "mi reina y mi madre", y bajo la protección de su ángel de la guarda, se dispuso a entregarse completamente al servicio de Dios, aprendiendo rápidamente la lengua indígena.
Desde 1851 el rey Tu-Duc, instigado por sus consejeros, emanó un edicto para ordenar que los sacerdotes europeos fueran arrojados al río, los vietnamitas descuartizados y el delator premiado; posteriormente ordenó que todos los cristianos fueran proscritos. Algunos alcanzaron a esconderse, entre ellos el Obispo y el P. Vénard, pero toda la villa fue destruida.
Siempre de refugio en refugio, el misionero continuó evangelizando hasta su arresto, el 30 noviembre de 1860 en Kim-Bang. Fue encerrado en una jaula de bambú y transportado en ella hasta Hanoi donde fue condenado a muerte.
El 2 de febrero de 1861, a sus casi 32 años de edad, el P. Vénard fue cruelmente decapitado tras cinco golpes de espada. Sus despojos mortales fueron trasladados a Francia en 1865, al Seminario de la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París.
Beatificado por Pío X (1906), y canonizado por Juan Pablo II (1988) junto a 116 compañeros mártires en Vietnam de los siglos XVIII-XIX, siendo su memoria litúrgica de San Juan Teófano Venard el 2 de febrero.
San Juan Teófano Venard: Ruega por nosotros
Referencias e Imágenes: Teresa de Lisieux "Obras completas"
Archivos del Carmelo de Lisieux
Catholic.net
Wikipedia
@HistoriaDMiAlma
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