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Biografía

María Francisca Teresa Martín Guérin nació en la calle Saint-Blaise de Alenzón, Normandía, al noroeste de Francia, el 2 de enero de 1873, hija de Luis Martin y María Celia Guérin, hoy también Santos y canonizados el domingo 18 de octubre del 2015. Fueron 9 hermanos, de los cuales 4 murieron a temprana edad, solo sobrevivieron 5 niñas: María (1860-1940), Paulina (1861-1951), Leonie (1863-1941), Celine (1869-1959) y Teresa, que fue la menor. Todas ellas abrazarían después la vida religiosa. Dos días después, el 4 de enero fue bautizada en la Iglesia de Nôtre-Dame, recibiendo los nombres de María Francisca Teresa.

El hogar de los esposos Martin era un verdadero jardín de virtudes y santidad. Amaban sinceramente a cada una de sus hijas, aunque no toleraban ninguna clase de mal comportamiento y lo corregían al instante. La fe cristiana era el sustento familiar. Cuando no estaban en la iglesia como familia, celebraban las fiestas religiosas y/o rezaban el rosario en casa como familia.

Desde 1865 Celia Martin se queja de dolores en su interior. En diciembre de 1876 un médico revela un “tumor fibroso” de gravedad. Es demasiado tarde para intentar una operación. En julio de 1877 Celia participa de una peregrinación al Santuario de Lourdes pidiendo la gracia de su curación, pero no recibe tal gracia.

 

Finalmente, Celia Martin muere el 28 de agosto de 1877 a causa de un cáncer de mama, cuando Teresa tenía apenas 4 años. En noviembre de 1877 Luis Martin decidió trasladarse a la ciudad de Lisieux, donde residía la familia de su esposa, quienes prometieron a Celia cuidar de sus hijas después de su muerte.

Mi Infancia

Con la muerte de su madre, la familia de Teresita se trasladon a Lisieux. Teresa sintió profundamente el cambio de atmósfera. Echa de menos a su madre aún más y sobre esto escribió: "Desde que mamá murió, mi alegría característica cambio completamente; yo que era tan viva, tan expansiva, me convertí en tímida y dulce, sensible al exceso”.

A los siete años, en 1880, Teresa se confiesa por primera vez. En esta ocasión ignora el miedo y los escrúpulos que ya tanto la fastidiaban, dice: "Desde que regresé de la confesión por todas las grandes fiestas ha sido un verdadero placer para mí cada vez que he ido".

A los ocho años y medio, el 3 de octubre de 1881, Teresa entró en el colegio de las benedictinas en Lisieux. Sin embargo, se encuentra con una vida en comunidad a la que no está acostumbrada. Es perseguida por compañeras de más edad que le tienen celos. Ella llora pero no se atreve a quejarse. No le gusta el recreo, tan ajetreado y ruidoso. Su maestra la describe como una estudiante obediente, tranquila y pacífica, a veces pensativa o incluso triste. Teresa dijo más tarde que estos cinco años fueron los más tristes de su vida, y encontró consuelo en la presencia de su "querida hermana Celina".

Durante el verano de 1882, cuando Teresa tenía nueve años, se entera por accidente del deseo de su hermana Paulina de convertirse en monja carmelita. La idea de perder a su segunda madre le causa gran tristeza y desesperación. Para diciembre de 1882, la salud de Teresa empieza a empeorar de manera extraña: sufre continuamente de dolores de cabeza, dolores en el costado, come poco y duerme mal. Su carácter también cambia: a veces se enoja con María y pelea incluso con Celina, con quien siempre habían sido muy buenas amigas, sin duda causado por la partida de su hermana Paulina al monasterio carmelita de Lisieux.

El 8 de mayo de 1884, Teresa hizo su primera comunión en la iglesia del colegio de las Benedictinas en Lisieux, durante la misa, Teresa llora profusamente de alegría y no de tristeza. Describiría a la perfección la intensidad de este primer encuentro místico: "¡Ah! - Ese fue el primer beso de Jesús en mi alma. Fue un beso de amor, me sentí amada, y le dije también: "Te amo, me entrego a ti para siempre".

El 14 de junio de 1884 es confirmada por el obispo Abel Antoine-Flavien Hugonin, obispo de Lisieux. Su madrina de confirmación es su hermana Leonie. Al recibir el Espíritu Santo, la joven confirmada se deja maravillar por este "Sacramento de Amor", que, ella está segura, le dará la “fuerza para sufrir".

 

Mi Ingreso a la Vida Religiosa

Cuando contaba 14 años ya había tomado la resolución de convertirse en religiosa carmelita, sabe que tendrá que superar muchos obstáculos y pensando quizá en Juana de Arco, se dice a si misma que "conquistar la fortaleza del Carmelo es solo la punta de la espada."

Se decide a obtener primero el consentimiento de su familia, incluyendo a su padre. Determinada, pero tímida, se decide a comentarle a su padre al respecto. Durante un momento duda entregándole su secreto, sobre todo porque Luis Martin sufrió un par de semanas antes, un pequeño ataque que lo dejó paralizado durante varias horas. El 2 de junio de 1887, el día de Pentecostés, después de orar todo el día, le presenta su solicitud en la noche, en el jardín de los Buissonnets. Luis, que según Teresa parecía tener una “expresión celestial y llena de paz” recibe la confesión de su hija con un profundo sentimiento de alegría y agradecimiento. Añade que Dios le hizo "el gran honor de llamar a todas sus hijas."

Teresita tuvo muchos inconvenientes para su entrada al convento, ya que se enfrentaría a la negativa del Padre Delatroëtte, superior del Carmelo de Lisieux. Dolida por el fracaso de un caso similar al de ella, del que todo el mundo habla en Lisieux, acerca de que ya no aceptaran postulantes menores de veintiún años. Sólo el obispo podía autorizar tal cosa. Para consolar a su hija que llora constantemente, Luis le promete un encuentro con el obispo Abel-Antoine-Flavien Hugonin. El la recibe en Bayeux el 31 de octubre de ese año, y la escucha expresar el deseo de consagrase a Dios dentro de los muros del Carmelo, y de que es lo que conserva desde muy niña. Pero el decide aplazar su decisión hasta después, cuando él haya tomado el consejo del Padre Delatroëtte.

Solo les queda una esperanza: hablar directamente con el papa. Luis Martin pronto comenzaría a preparar todo para una peregrinación a Roma, por el Jubileo sacerdotal del papa León XIII.

El 20 de noviembre de 1887, por la mañana, los peregrinos asisten a la capilla papal a una misa celebrada por el Papa León XIII. Luego viene el momento tan esperado de la audiencia: el vicario general asigna los turnos para ver al Papa. Pero se prohíbe que se le dirija la palabra al Santo Padre pues sus setenta y siete años ya no le permiten gastarse durante mucho tiempo. Aun así, cuando le llega el turno a Teresa se arrodilla y solloza: "Santísimo Padre, tengo que pedirle una gracia muy grande". El vicario le dice que se trata de una chica que quiere entrar en el Carmelo. "Hija Mía, haced lo que los superiores le digan" respondió el Papa. La chica insiste: "Oh Santo Padre, si usted dice que sí, todo el mundo lo aprobaría". León XIII replicó: "Vamos a ver..... Entrara si Dios lo quiere!". Pero Teresa quiere una palabra decisiva y espera, con las manos cruzadas sobre las rodillas del papa. Dos guardias deben luego levantarla suavemente y llevarla a la salida.

Finalmente, el 1 de enero de 1888, la víspera de su décimo quinto cumpleaños, ella recibe una carta de la Madre María de Gonzaga informándole que el Obispo ha cambiado de opinión y que permite que las puertas del convento se abran para ella. Por un consejo de Paulina se decide que se retrase su ingreso hasta abril, después de los rigores de la Cuaresma. Esta expectativa es una nueva prueba para la futura postulante, que sin embargo ve una oportunidad para prepararse internamente.

Mi vida en el Carmelo

La fecha de entrada se establece finalmente para el 9 de abril de 1888, el día de la Anunciación. Teresa ingresa de quince años y tres meses. Cabe señalar que en aquel tiempo, una chica podría hacer su profesión religiosa a los dieciocho años. No era raro ver, en las órdenes religiosas, postulantes y novicios de tan sólo dieciséis años. La precocidad de Teresa, dadas las costumbres de la época, no es excepcional.

El 9 de abril de 1888 fue recibida en el monasterio de las carmelitas descalzas de Lisieux. En el monasterio ya estaban sus hermanas Paulina y María. Comenzó así su postulantado.

Los primeros meses dentro del monasterio fueron duros, llenos de trabajos que nunca había realizado y que le costaban bastante hacer a la perfección. Ella les prohíbe a sus hermanas que le faciliten los trabajos o la ayuden de alguna manera, pues ellas insistían en aun cuidarla como si estuviera en los Buissonnets. Pero aun así, la joven postulante se adapta bien a su nuevo entorno. Ella escribió: "El Buen Dios me dio la gracia de no tener ninguna ilusión al entrar en el Carmelo: He encontrado la vida religiosa como me imaginé que seria. Ningún sacrificio me asombró”.

 

La madre superiora, María de Gonzaga, que antes se había dado a conocer como amable y gentil, la trata muy fríamente, con bastantes exigencias y hasta con una que otra humillación, pero todo lo hace para formarle un carácter propio de la vida religiosa, probar su vacación y que dejara a un lado cualquier rastro de orgullo y vanidad, lo cual Teresa se lo agradeció siempre e incluso siempre sintió una gran admiración hacia ella. La misma superiora comenta: “Yo nunca habría pensado que tenía un juicio tan avanzado para tener quince años de edad! No hay una palabra que decir, todo es perfecto”.

 

Durante su postulado, Teresa también debe someterse a algunas intimidaciones por parte de otras hermanas, a causa de su falta de aptitud para la artesanía. Al igual que cualquier religiosa, descubre los desafíos de la vida en comunidad, relacionados con diferencias en el temperamento, el carácter, la susceptibilidad a los problemas o discapacidades.

Finalmente, el 10 de enero de 1889, tomó los hábitos de la orden en la capilla del monasterio en presencia de su padre, hermanas y el resto de la familia. En la misma ceremonia, además de recibir el velo de novicia, también cambió su nombre al de Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz (sagrado rostro).

En este período, se profundiza el sentido de su vocación: llevar una vida oculta, orar y ofrecer sus sufrimientos por los sacerdotes, olvidando su orgullo, se multiplican los actos discretos de caridad. Quiere convertirse en una gran santa pero no se hace ilusiones sobre sí misma. Ella escribió: "me apliqué en especial en practicar las pequeñas virtudes, ya que no tengo la facilidad de practicar las grandes".

"Sentí latir mi corazón con tal violencia que parecía imposible avanzar cuando nos llamaron para que viniéramos a la puerta del Carmelo; continué, sin embargo, preguntándome si iba a morir por la fuerza de los latidos de mi corazón. Encontré la vida religiosa como me había imaginado, mis primeros pasos han encontrado más espinas que rosas. Me refiero a la falta de juicio, de educación, de la susceptibilidad de ciertos personajes, todas las cosas que no hacen la vida muy agradable, una palabra, una sonrisa amable, son a menudo suficientes para desarrollar un alma triste".

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Mi vida diaria

Los años que siguen son los de la maduración de su vocación. Teresa ora sin grandes emociones sensibles, pero con fidelidad. Evita la intromisión en los debates que a veces perturban la comunidad. Multiplica los pequeños actos de caridad y preocupación por los demás, prestando servicios pequeños, sin hacerlos notar. Ella acepta en silencio las críticas, incluso de aquellas que pueden ser injustas y favorecer a las hermanas que son desagradables con ella. Trata de hacer todo, incluso las más pequeñas cosas con amor y la sencillez. Siempre reza mucho por los sacerdotes.

Su vida espiritual se alimenta sobre todo de los Evangelios, que siempre lleva con ella. Esa costumbre no era común en la época, ni siquiera entre las religiosas de clausura. Ellas prefieren leer los comentarios de la Biblia que referirse directamente a ésta. Teresa prefiere mirar directamente "la palabra de Jesús," que la ilumina en sus oraciones y en su vida diaria, además de ser la base desde la que consolida su doctrina.

En 1894, Teresa escribió sus primeras recreaciones piadosas. Estas son pequeñas obras de teatro, interpretada por algunas religiosas de la comunidad, con motivo de alguna festividad. Su primera recreación se la dedica a Juana de Arco, que siempre había admirado, y cuya causa de beatificación ya se ha introducido. Su talento para la escritura se le es reconocido. Otros escritos le serán asignados, un segundo sobre Juana de Arco, que se llevó a cabo en enero de 1895, además de unos poemas espirituales, a petición de otras religiosas. A principios de este año, comenzó a sentir dolor de garganta y dolor en el pecho. Desafortunadamente, la madre Inés no se atreven a llamar a un médico que no sea el médico oficial de la comunidad.

Mis últimos meses

En enero de 1897, cuando Teresa acababa de cumplir veinticuatro años, escribe: "Yo creo que mi carrera no durara mucho tiempo". Sin embargo, a pesar del empeoramiento de la enfermedad durante el invierno, se las arregla para engañar a las Carmelitas y tomar su lugar de nuevo en la comunidad. En la primavera los vómitos, dolor severo en el pecho, y el toser sangre se convierten en algo diario y así, muy lentamente, se va apagando.

En junio, la Madre Maria de Gonzaga le pide continuar escribiendo sus memorias (que le habían sido mandadas escribir en 1894 por su hermana Paulina cuando era priora a petición de varias de las hermanas de la comunidad. Después de su muerte estos manuscritos, tres en total, se unirían para publicar la primera edición de la historia de un alma). Ahora los escribiría en el jardín, en una silla de ruedas especial utilizada por su padre en los últimos años de su enfermedad, y luego trasladado al carmelo. Su condición empeora, el 8 de julio de 1897 es llevada a la enfermería, donde permaneció durante doce semanas hasta su muerte.

Aun cuando ya sabía que esta era su última enfermedad, y todavía estando viviendo esa noche de la fe, ya nada la priva de una certeza interior sobre la vida después de la muerte, Teresa se aferra a esta esperanza. El 17 de julio, se le escucha decir: "Siento que pronto va a empezar mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo, y de enseñar a muchos el camino espiritual de la sencillez y de la infancia espiritual. El deseo que le he expresado al buen Dios es el de pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra, hasta el fin del mundo. Sí, quiero pasar mi cielo haciendo el bien sobre la tierra".

 

El 17 de agosto, el Dr. La Neele examina a Teresa. El diagnóstico es claro: se trata de una tuberculosis pulmonar en su etapa más avanzada, uno de sus pulmones ya está perdido y el otro alcanza a afectar los intestinos. Su sufrimiento es extremo que "alcanza a perder la razón".

El 29 de septiembre de 1897 comienza su agonía. Pasa una noche difícil, mientras sus hermanas la cuidaban. Por la mañana, dijo: "Todo es pura agonía sin mezcla de consuelo". Ella pide estar espiritualmente preparada para morir. La Madre María de Gonzaga la tranquiliza diciendo que siempre ha practicado la humildad, y su preparación ya está hecha. Teresa pensó por un momento y luego respondió: "Sí, creo que nunca he buscado la verdad; sí, entendí la humildad de corazón...". Su respiración se está haciendo más corta y se ahoga.

 

Después de dos días de agonía, se siente agotada por el dolor: "Nunca pensé que fuera posible sufrir tanto! ¡Nunca! ¡Nunca! No lo puedo explicar sino por el anhelo que tengo de salvar almas". Sobre las 7: 20 de la noche del 30 de septiembre de 1897, y mientras apretaba fuertemente un crucifijo entre sus manos, dijo sus últimas palabras: "Oh! le amo! ... Dios mío... te amo...". Inmediatamente cae levemente sobre su almohada, y luego vuelve a abrir sus ojos por última vez.

 

De acuerdo con las Carmelitas que estuvieron allí presentes, entró en un éxtasis que duró el espacio de un credo, antes de exhalar su último aliento. Permaneció con los ojos fijos en la imagen de la virgen María que le había sonreído de pequeña y que sus hermanas habían instalado en la enfermería desde que fue trasladada allí. Al instante de fallecer su rostro recuperó el suave color que le era natural. "Yo no muero, yo entró en la vida", escribió en una de sus últimas cartas.

Beatificación y Canonización

El proceso apostólico, por mandato de la Santa Sede, comienza en Bayeux en 1915. Pero es retrasado por la guerra, que termina en 1917. En ese tiempo se necesitaba un período de cincuenta años después de la muerte de un candidato a la canonización, pero el Papa Benedicto XV exime a Teresa de ese período. El 14 de agosto de 1921, se promulgó el decreto sobre sus virtudes heroicas.

Son requeridos dos milagros para la Beatificación. El primero se da en un joven seminarista, de nombre Charles Anne, en 1906. Charles sufría de tuberculosis pulmonar y su estado era considerado desesperanzador por su médico. Después de dos novenas dirigidas a Sor Teresa del Niño Jesús, recupera pronto la salud. Un estudio radiográfico en 1921 muestra la estabilidad de la curación y que había desaparecido el agujero en el pulmón. El segundo milagro aparece en una religiosa, Luisa de San Germán, que sufría de una afección del estómago, ya muy avanzada para una cirugía. Pide a Sor Teresa durante dos novenas, después su condición mejora. Dos médicos confirman la curación.

 

Presentadas y aceptadas estas curaciones milagrosas, Teresa es Beatificada el 29 de abril de 1923 por el papa Pío XI.

En la Ciudad del Vaticano, el Papa Pio XI manda celebrar por todo lo alto la canonización de Teresa y pide que toda la fachada de la Basílica de San Pedro sea decorada con miles de velas de sebo que la iluminaran en la noche. Esta era una costumbre que no se hacía desde hace 55 años. En América, el diario norteamericano The New York Times publica en primera plana “Toda Roma admira a la Basílica de San Pedro iluminada por una nueva santa”. Otro periódico aseguro que la ceremonia contaría con alrededor de 60.000 fieles. Una multitud que no se veía desde hace 22 años durante la coronación del Papa Pio X.

Teresa del Niño Jesús es Canonizada el 17 de mayo de 1925 por el mismo pontífice. A la ceremonia asistieron medio millón personas, de entre las cuales se ha llegado a decir que estuvo San Pío de Pietrelcina gracias a su don de Bilocación. El papa Pío XI la llama la "estrella de su pontificado". Durante la canonización, Pío XI afirma acerca de Teresa de Lisieux: "El Espíritu de la verdad le abrió y manifestó las verdades que suele ocultar a los sabios e inteligentes y revelar a los pequeños, pues ella, como atestigua nuestro inmediato predecesor, destacó tanto en la ciencia de las cosas sobrenaturales, que señaló a los demás el camino cierto de la salvación."

En 1927 es proclamada patrona de las misiones pese a no haber abandonado nunca el convento, pero siempre rezaba por los misioneros y siempre fue su deseo ardiente el serlo hasta en los últimos confines de la tierra. Y en 1944 es proclamada copatrona de Francia junto a Santa Juana de Arco.

Doctora de la Iglesia

El 19 de octubre de 1997, durante las celebraciones del primer centenario de su muerte, el papa San Juan Pablo II la proclamó Doctora de la Iglesia Universal, siendo la tercera mujer en recibir ese título —anteriormente, habían sido declaradas doctoras Santa Teresa de Jesús, también carmelita, y Santa Catalina de Siena. La siguió Santa Hildegarda de Bingen en el 2012.

Durante la ceremonia de la proclamación de su Doctorado, el Papa le concedió el título de “Doctor Amoris” (Doctora del Amor).

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