1 ¡Oh mi glorioso guardián,
guardián del cuerpo y del alma,
que en el cielo estás brillando
hecho dulce y pura llama
junto al trono del Eterno!
Por mí bajas a la tierra y
me alumbras con tu luz,
te haces mi hermano, ángel bello,
mi amigo y consolador.
2 Conociendo que soy débil,
¡gran debilidad la mía!,
tú me coges de la mano (1)
y te veo, conmovida,
apartar de mi camino
la piedra que lo entorpece.
Me invita tu dulce voz
a no mirar más que al cielo.
Y cuanto mas pequeñita y
más humilde me ves (2)
tanto más tu clara frente
irradia de puro gozo.
3 Tú que los espacios
cruzas más rápido
que el relámpago,
vuela por mí muchas veces
al lado de los que amo.
Seca el llanto de sus ojos
con la pluma de tu ala, y
cántales al oído
cuán bueno es nuestro Jesús.
¡Oh, diles que el sufrimiento
tiene también sus encantos!
Y luego, murmúrales quedo,
muy quedo, mi nombre.
4 Yo quiero en mi breve vida
salvar a los pecadores, mis hermanos (3).
¡Oh ángel bello de la patria!,
dame tus santos ardores,
para que en el mismo fuego
que tú te abrasas, me abrase.
Fuera de mis sacrificios y
de mi austera pobreza,
nada más tengo, ángel mío.
Unelo todo a tus gracias y
ofréceselo al Dios Trino.
5 Para ti la gloria, el reino,
las riquezas del que es Rey,
Rey de los reyes del mundo.
Para mí el Pan del sagrario y
el tesoro de la cruz.
Con la cruz y con la hostia,
y con tu celeste ayuda,
espero en paz la otra vida,
la felicidad del cielo,
que nunca terminará.
Santa Teresita Del Niño Jesús
Nota relacionada con éste Poema:
Escrito el mes de Mayo de 1897
El tono de sereno fervor de este poema es característico de la última época de su vida, menos visionaria y menos rodeada de consuelos sensibles. Son muchos los temas que se esbozan, y el centro de poema lo constituye la estrofa 3, en la que Teresita, a lo que parece, se considera ya a sí misma en otro mundo.
Tras esas primeras estrofas, marcadas por la humildad, el tono glorioso desemboca en un final casi exultante, al estilo de los salmos con esos «Para ti... Para mí... Con... Con... Con...» al comienzo del verso, y con esas palabras tan ricas: «Reino, Gloria, Riquezas», Rey de los reyes, Sagrario, Cruz», con frecuencia rimando entre ellas (en el original francés). El final del caminito puede quedar escondido; Teresita camina hacia él en la «paz», mientras va repitiendo esta letanía gloriosa en la que se concentran en unos pocos versos una gran cantidad de bienes eternos, de alegrías y «felicidad que nunca terminará»
(1) El ángel de la guarda es el compañero de Teresita a lo largo del «caminito». Esta escena familiar nos trae inevitablemente el recuerdo la niñez de Teresita cuando su padre la llevaba de la mano.
(2) La humildad adquiere en Santa Teresita una tonalidad y unos nuevos desarrollos a partir del verano de 1896 y sobre todo en 1897 bajo el yugo de la prueba de la fe.
(3) Esta es la primera vez que Teresita designa a los «pecadores» como sus «hermanos»; preludio de la «mesa de los pecadores»
Referencia: Imagen tomada de los Archivos del Carmelo de Lisieux
Escrito original con la letra de Santa Teresita Del Niño Jesús del Poema 46 < A mi Ángel de la Guarda >
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